POR UNA LENGUA PROPIA PARA CONVERSAR LA EDUCACIÓN


La sistematización debe comprenderse como la transformación de una experiencia en una práctica que pretende explicarla, describirla, decirla, “hacer hablar el silencio de lo real” (Bárcenas, Larrosa & Mélich 2006, 239); requiere un proceso de conversación y de intercambio de experiencias de aprendizaje y enseñanza que confluya en un sistema de teorización educativa, según Bárcenas (2002, 509) del acontecimiento, en el que “la experiencia que hacemos será después fuente del deseo de recordar, la fuente de nuestra memoria posterior”. Todo con el objeto de revalorizar los saberes, producto del quehacer diario de la formación; plantear la posibilidad de empoderamiento y reflexión de las prácticas; y promover la posibilidad de producir y transformar el ser, sentir, pensar y hacer de los involucrados en el proceso, en pocas palabras, la estructuración de un lenguaje común exento de las gramáticas preexistentes y contaminadas de paradigmas (Bárcenas, Larrosa & Mélich, 2006, 244).

La consecuencia directa de apropiar la sistematización como parte del hacer del maestro investigador es una pedagogía de la finitud en la que se promueve la posibilidad de un inicio, un nacimiento y una forma de comprender y vivir la formación desde la conciencia de saber que no todo puede planificarse ni programarse, pues la experiencia que se construye en la educación parte de condiciones de múltiples contextos y singularidades de los seres humanos en sus mundos. Por lo que sistematizar termina siendo construir un lenguaje común de la experiencia en el que el maestro tenga la posibilidad de conversar de las formas como vivencia y se desenvuelve en los contextos singulares, únicos e irrepetibles en los que construye y nace desde la experiencia, según Larrosa, (Bárcenas, Larrosa & Mélich, 2006, 242-250). De esta manera, se puede hacer voz de la propuesta de Mélich al expresar la necesidad de reflexión más allá de “esos lenguajes que no captan la vida, que están llenos de fórmulas, que se ajustan perfectamente a la lógica policial de la bio-política, lenguajes prestados de la economía, de la gestión, de las ciencias positivas que lo hacen. Hablar (o escribir) desde sí mismo, ponerse a sí mismo en juego en lo que uno dice o piensa, exponerse en lo que uno dice y en lo que uno piensa” (Bárcenas, Larrosa & Mélich, 2006, 257).


En este sentido, me es fundamental rescatar mi experiencia como orientadora de la práctica pedagógica de estudiantes de Español y Literatura, de la Universidad en la que laboro, para identificar los sentidos y sin-sentidos de la experiencia y la forma cómo se aborda y hasta qué punto, en realidad, en el proceso he dado al estudiante la posibilidad de comprender su experiencia inicial, como maestros en formación, alrededor de una pedagogía del tacto y no de la táctica que es como creo he estado orientando esta asignatura; ignorando hasta cierto punto que los colegios, sus salones y cada estudiante, son incomparables, irrepetibles, extraordinarios, únicos, y sorprendentes; en especial en este año 2017 en el que estamos trabajando en un ambiente escolar con necesidades y problemáticas muy particulares en las la simple planificación, la previsión y la predicción, desde los proyectos elaborados por los estudiantes no son suficientes en un ambiente en el que el acontecimiento no se puede pre-ver, ni pre-decir, ni pre-scribir por las consiciones y experiencias particulares de los estudiantes con los que el próximo semestre ejecutarán una propuesta de intervención.

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